Durante los
últimos años ha cobrado particular relevancia el papel de las tecnologías en la
educación. Desde diferentes posturas se ha argumentado que la presencia de
recursos tecnológicos en ambientes educativos contribuye a mejorar la forma
cómo se aprende. Sin embargo es de anotar que existe poca evidencia
concreta que esto así sea. Es más la "onda" positivista frente a las
posibles bondades de los recursos, que lo que se pueda en efecto haber
comprobado.
En la década
pasada, en Colombia se iniciaron programas masivos para la dotación de
computadores en escuelas y acceso a Internet, con sus más y menos, sin duda
tales iniciativas han permitido que miles de comunidades del país accedan a
recursos TIC.
Ahora, ¿qué
tanto ha influido las TIC en mejorar las condiciones de aprendizaje de los
estudiantes en las regiones? Tal vez no tengamos la respuesta, debido a la
ausencia de estudios amplios, profundos y consistentes sobre la materia. Sin
embargo las experiencias de éxito que se han identificado a pesar de ser
aisladas, son fruto principalmente de esas iniciativas individuales de aquellos
docentes que han encontrado en la creatividad y recursividad recursos para
sacar el mejor provecho de los pocos o muchos recursos TIC con que cuentan en
su entorno.
Por otro
lado, tal pregunta podría responderse desde un enfoque de competencias basado
en las pruebas que anualmente se aplican a los estudiantes. En este caso,
aunque los resultados no dependen de forma directa del acceso a los medios
tecnológicos, sí indica que estos han influido poco en mejorar el desempeño en
áreas como lenguaje, ciencias o matemáticas. Solo para tener un referente, las
pruebas PISA de lectura digital de jóvenes de 15 años, en las que Colombia
participó, mostraron en forma muy evidente la pésima capacidad de los
estudiantes en buscar información, analizar y hacer un uso pertinente de la
misma. En pocas palabras, fluidez digital limitada. Que contradicción: más
computadores en escuelas y hogares; y pobres desempeños en competencias
básicas.
Pero
entonces, ¿vale la pena seguir haciendo esfuerzos en mejorar las condiciones de
acceso a la tecnología en ambientes educativos? Por supuesto, aunque no debe
ser el único frente ni el más relevante. Lo que se requiere es acompañar a las
comunidades educativas a entender que lo importante no es manejar computadores,
desarrollar contenidos digitales o dictar clases a través de plataformas
virtuales. Lo que se necesita comprender es que el mundo de hoy tiene unos
pilares metodológicos básicos para funcionar y que algunos han llamado
competencias del siglo XXI: aprender a aprender, aprender del otro y con el
otro, adaptabilidad al cambio, creatividad y pensamiento crítico son algunas.
Estas competencias se pueden adquirir sin computadores y otros cuantos más dispositivos,
solo que estos en la época actual pueden ayudar a potencializarlas.
Se necesita
concentrarse en el cómo y no tanto en el con qué. Las inversiones y esfuerzos
deben estar centrados en acompañar a los docentes a crear espacios de
aprendizaje, colaborativos, propositivos, críticos y estos pueden ser con o sin
tecnología. O ¿es que acaso antes de Internet no existían maestros innovadores,
apasionados e inspiradores?
Desde
nuestra publicación digital gratuita: Aprender y educar con las tecnologías del siglo XXI les
compartimos una serie de experiencias y reflexiones en torno al papel que
juegan las TIC dentro y fuera de las aulas de clases, viéndolas como
complementos e instrumentos de los procesos de enseñanza-aprendizaje.
Oswaldo
Ospina
Coordinador
de TIC – Educación
Corporación
Colombia Digital
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