Es muy fuerte el impacto que hoy día siente la
escuela por el auge de las tecnologías de la información y la comunicación
"TICS", la robótica, la telemática, las inteligencias artificiales,
la telemedicina y, en general, el asombroso mundo de las telecomunicaciones, ha
logrado transformar el diario vivir de toda la sociedad, sin excepción de
condición o estrato: niños, jóvenes, adultos y hasta los adultos mayores, han
tenido que involucrarse con estos recursos, toda vez que se han convertido en
herramientas de uso obligado en sus dinámicas cotidianas.
Lógicamente, a este fenómeno no ha sido indiferente
la escuela, los escenarios de aprendizaje han sido intervenidos por estas
tendencias propias de la realidad virtual y el ciberespacio; es así como desde
el punto de vista de la didáctica, las escuelas y los maestros hemos tenido que
rediseñar herramientas que apoyen y complementen los aprendizajes; ahora mismo
se han incorporado a las escuelas sin excepción, conceptos como: las aulas
virtuales, los foros, los chat, los correos electrónicos, las teleconferencias,
las guías virtuales, los textos digitales apoyados por las modernas y ágiles
herramientas de la Internet y el computador.
Como maestros y como docentes de hoy, tenemos que
reconocer, y así lo hacemos, que no podemos ser indiferentes ante estas
tendencias y asumirlas dentro de los procesos de acompañamiento pedagógico
resulta no solo importante sino necesario para lograr mayor efectividad y para
alcanzar aplicaciones didácticas más acordes con los aprendizajes. Sin embargo,
con lo que no podemos estar de acuerdo es con las atrevidas afirmaciones que,
hoy por hoy, se maduran en los círculos académicos, empresariales,
organizaciones sociales y, con alta intensidad, en las redes sociales: la
escuela tradicional y los maestros tienen sus días contados porque serán sustituidos
por los cibercolegios y los maestros virtuales; y digo enfáticamente que esta
afirmación es equivocada en virtud a los siguientes argumentos:
* El acto de educar es profundamente humano, no
técnico, no instrumental; el maestro se la pasa sembrando con amor los surcos
de la vida de sus estudiantes, esta sublime dimensión de la escuela es
imposible de materializarse en el escenario de la virtualidad.
* Se educa con el alma, se forma con el fuego de la
pasión; para educar se necesita mente, cuerpo y alma; estas tres dimensiones se
conjugan para alcanzar un aprendizaje; podrá usted, amigo lector inferir que es
imposible lograr esta comunión solo en los ciberespacios.
* Sentirse próximos, verse cara a cara, desnudar el
alma, escucharse en el silencio, ser cómplices de angustias y de éxitos son,
sin lugar a dudas, actitudes que motivan la voluntad. Jugármela con el otro y
por él, hace parte de esa sana conspiración entre maestros y estudiantes, que
conduce a materializar aprendizajes; sin duda esto solo puede suceder a través
del contacto de las miradas, de los gestos; en la verdad del asombro, es decir,
en medio de una presencia efectiva y afectiva, porque también sucede que puedo
estar muy lejos a pesar de tenerlo cerca; en este sentido evoco a mi amigo
Pedro Zapata cuando dice: "Jamás un email logrará reemplazar la carta
manuscrita portadora de la huella de la tinta derramada por una lágrima".
Yo prefiero a un maestro que anime los aprendizajes
de sus estudiantes en los inciertos escenarios de la escuela que tutores que
instruyen a aprendices, en los seguros campos del ciberespacio; la cibernética,
la telemática, la robótica, la inteligencia artificial y todos sus conceptos
afines, son solo evidencias de la capacidad creadora del ser humano, del gran
alcance de la inteligencia humana; la escuela debe aprovechar todas estas
herramientas para facilitar los aprendizajes, para mejorar las condiciones de
sus maestros y para desarrollar habilidades en sus estudiantes; hay que seguir
apostándole al encuentro afectivo, a la mirada comprensiva y al diálogo amable
entre maestros y estudiantes como precursores de una efectiva formación humana.
Fuente: La Patria
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