Actualmente, la omnipresencia de tecnología en la
sociedad permite disponer de información y contenidos en cualquier momento y en
cualquier lugar. No por ello la escuela y la universidad dejan de tener
sentido, puesto que el volumen de datos, imágenes y sonidos no garantizan, por
si solos, el aprendizaje ni la educación ni la formación. Al contrario, incluso
a veces confunden.
En pocos años la tecnología se ha hecho mucho más
presente en nuestra sociedad y, por lo tanto, en las aulas y procesos escolares
y universitarios.
Las palabras “nuevas tecnologías” han perdido sentido
porqué la tecnología es cambiante por definición lo que conlleva que
determinados dispositivos que aparecieron como una gran novedad ya hayan
quedado obsoletos y superados por nuevos aplicativos o herramientas.
De la primera calculadora electrónica que llegó en casa
hasta el Ipod de que dispongo desde el año pasado, han pasado poco más de
treinta años y durante este lapso de tiempo han nacido los ordenadores, los
teléfonos móviles, Internet, el correo electrónico, los sms, los navegadores,
los portales, la digitalización de los libros y las redes sociales.
Durante décadas era la escuela quien introducía el
conocimiento y las novedades a los jóvenes a partir de la transmisión verbal y
los libros. En muchos casos, era la principal fuente de formación.
Actualmente, la omnipresencia de tecnología en la
sociedad permite disponer de información y contenidos en cualquier momento y en
cualquier lugar.
No por ello la escuela y la universidad dejan de tener
sentido, puesto que el volumen de datos, imágenes y sonidos no garantizan, por
si solos, el aprendizaje ni la educación ni la formación. Al contrario, incluso
a veces confunden.
El rol del docente, por lo tanto, es central. Pero debe
ser un profesor o maestro –hombre o mujer- que viva y use con naturalidad la
tecnología, como lo hacen la mayoría de sus alumnos. No debe ver en la
tecnología un enemigo, sino una herramienta de apoyo a su misión principal.
Para ello el centro educativo debe estar preparado en
cuanto a la infraestructura y los equipos e invertir de forma continua en estar
a la altura de las circunstancias. Debe invertir en formación de los docentes y
en contenidos digitales.
La escuela y la universidad tienen un rol central en la
sociedad del futuro, pero para ejercerlo deben creérselo y utilizar el lenguaje
y las formas que la sociedad ya se ha habituado a usar.
En parte ya se está haciendo este esfuerzo, pero queda
mucho por hacer, sobre todo desde el punto de vista actitudinal de una parte del profesorado.
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